La necesidad del perdón

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La parábola de los dos deudores enfatiza la importancia de perdonar las ofensas a nuestro prójimo, pues nuestra deuda con Dios es mucho mayor, y aun así, Él está dispuesto a perdonarnos.

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La necesidad del perdón

Mateo 18:32–3532Entonces, llamándole su señor, le dijo: Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste. 33¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti? 34Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía. 35Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas.

Introducción

Uno de los problemas que enfrenta el cristianismo hoy en día es el resentimiento, amargura y deseos de venganza, producto de la falta de perdón.
Estos males afectan el alma, marchitan el espíritu y enferman el cuerpo. Además de dañar la comunión entre hermanos.
La parábola de los deudores surge por la pregunta de Pedro “¿Cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mi?” (Mateo 18:21), Jesús responde que era necesario perdonar hasta setenta veces siete, no es que perdonemos 490 ofensas, sino perdonar siempre.
Esto a raíz de la doctrina judía establecía que se debía perdonar hasta tres veces.
Para ello el Señor enseña la parábola de los dos deudores.

La deuda

Los dueños de grandes propiedades tenían muchos siervos, a los más importantes les daban recursos para administrarlos y obtener ganancias (Mateo 25 la parábola de los talentos). Determinaban un plazo en el que debían rendir cuentas.
Pero esta parábola no habla de un señor quien llama a cuentas a sus siervos sino el rey mismo.
Uno de sus siervos le debía diez mil talentos, una deuda ridículamente alta, equivalente 60,000,000 de denarios, para pagar en 164,000 años.
Una deuda imposible de pagar, así como el pecado.
Salmo 49:6–86 Los que confían en sus bienes, Y de la muchedumbre de sus riquezas se jactan, 7Ninguno de ellos podrá en manera alguna redimir al hermano, Ni dar a Dios su rescate 8 (Porque la redención de su vida es de gran precio, Y no se logrará jamás).
Como no podía pagarla, el rey ordena venderlo a él, a su esposa, sus hijos y todos sus bienes para rescatar algo de la deuda.

La súplica

Mateo 18:26Entonces aquel siervo, postrado, le suplicaba, diciendo: Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo.
El siervo no dimensionaba lo grande que era su deuda, en lugar de pedir se le perdonara, pide se le conceda más tiempo para pagarla. No entiende que no alcanza su vida, y ni aun toda la existencia del mundo para pagar su deuda.
Promete al rey pagarle.
Así es el hombre que confía en su propia justicia, cree que con un poco de esfuerzo que haga puede pagar a Dios su deuda.
Aún si tuviera esa cantidad de dinero, no sería suya sino del rey, pues los recursos en su poder, le pertenecían al rey, así lo declaró el rey David: 1º Crónicas 29:14Porque ¿quién soy yo, y quién es mi pueblo, para que pudiésemos ofrecer voluntariamente cosas semejantes? Pues todo es tuyo, y de lo recibido de tu mano te damos.
Así nosotros, todo el servicio, ofrendas, diezmos o tiempo que ofrecemos a Dios, no pueden usarse para pagar nuestra deuda porque ya le pertenecen a Él. Romanos 4:4Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda.
A pesar de su manera incorrecta de pedir misericordia, el rey por compasión, perdona la deuda y lo suelta.
Mateo 18:27El señor de aquel siervo, movido a misericordia, le soltó y le perdonó la deuda.
Así es Dios, siempre está dispuesto a perdonar: 2 Pedro 3:9El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.
El propósito de Dios no es condenar sino salvar, así como el rey dio tiempo a su siervo, así también está dando tiempo al hombre para que se arrepienta de sus pecados y pida perdón.
Debido a que este hombre no entendía el gran regalo de misericordia que había recibido, cometió un grave error.

La insensatez

Mateo 18:28–3028Pero saliendo aquel siervo, halló a uno de sus consiervos, que le debía cien denarios; y asiendo de él, le ahogaba, diciendo: Págame lo que me debes. 29Entonces su consiervo, postrándose a sus pies, le rogaba diciendo: Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. 30Mas él no quiso, sino fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase la deuda.
Al salir de la corte del rey, confronta a su compañero por una deuda miles de veces más pequeña que la suya (100 denarios). Lo agrede y pide lo condenen (lo echó a la cárcel).
Hizo esto porque no entendía, no dimensionaba la gran deuda que tenía con el rey, y del perdón que había recibido.
Pero a pesar de que el rey le había perdonado la deuda, el no lo creía. Por eso actuó así.
Aquella persona que no entiende la deuda de pecados que tiene con Dios, o no puede creer que Dios le perdona su pecados. Actúa de la misma manera con su prójimo.
Son como los israelitas en tiempos de Malaquías. Malaquías 1:2Yo os he amado, dice Jehová; y dijisteis: ¿En qué nos amaste? ¿No era Esaú hermano de Jacob? dice Jehová. Y amé a Jacob.
Están cegados, no entienden su deuda con Dios, creen que Dios está en deuda con ellos, por eso se enojan con Dios cuando no reciben lo que piden.
Por eso les es difícil perdonar o pedir perdón. Son arrogantes y sus oraciones no son escuchadas: Mateo 6:15mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.

Conclusión

Cuando el rey se enteró de la injusticia de su siervo, lo mandó a llamar y le aplicó la misma condena, con la diferencia que su consiervo saldría pronto de la cárcel porque su deuda era pequeña, pero él nunca saldría porque su deuda era impagable.
El Señor termina esta parábola con estas palabras: Mateo 18:35Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas.
Es una advertencia para todos aquellos que, aunque con sus labios dicen que han perdonado, pero en su corazón hay resentimiento y rencor.
Pidamos al Espíritu Santo que ilumine nuestra mente y corazón para que podamos dimensionar lo mucho que Dios nos ha perdonado.
Si lo entendemos, no solamente estaremos dispuestos a perdonar, sino que amaremos a Dios y le serviremos de buena gana porque entenderemos que mucho se nos ha perdonado.
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