Combatiendo el orgullo

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El mayor ejemplo de humildad fue Cristo.

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Combatiendo el orgullo

Introducción

Desarrollar el tema del orgullo ante pastores es un reto. Con la ayuda de Dios usaremos la Biblia como un espejo para examinar nuestra vida.
El mayor ejemplo de humildad es Cristo, el cual todos nosotros estamos obligados a imitar. De hecho Él es nuestro ejemplo en todas las cosas.
Juan 13:3–5
3sabiendo Jesús que el Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había salido de Dios, y a Dios iba, 4se levantó de la cena, y se quitó su manto, y tomando una toalla, se la ciñó. 5Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido.
No voy a desarrollar un mensaje expositivo de este texto, pero servirá de base para enfocar nuestra atención al tema.
En esta ocasión Jesús y sus discípulos se disponían a celebrar la pascua, donde estableció la ordenanza de la cena del Señor.
Antes de la cena, Jesús lavó los pies de sus discípulos, una labor que hacían los esclavos .
Por tal razón fue alarmante para los discípulos (especialmente a Pedro).
Pero el objetivo de Jesús fue darnos ejemplo de humildad y servicio:
Juan 13:15Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis.
Sin embargo, la muestra más grande de humildad del Señor fue venir al mundo y entregar su vida en la cruz:
Filipenses 2:5–85Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, 6el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, 7sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; 8y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.
La humildad es una de las características del cristiano, aun más de los pastores que somos guías y maestros.

Humildad superficial

Comencemos por el concepto de orgullo es este: “El orgullo es la arrogancia, vanidad o exceso de estimación propia. (R.A.E).
El orgullo es arrogancia: jactarse de posesiones materiales, títulos o linaje. Se centra en el Yo.
El orgullo vanidoso es la jactancia de talentos, atributos físicos o intelectuales.
Existen lideres cristianos que muestran evidencias visibles de orgullo jactancioso, pero en la mayoría de los casos no es así.
Pero el exceso de estimación propia es algo que no es muy visible, y es un mal con el que debemos luchar, aunque hemos aprendido a disimularlo.
Nos quedamos callados cuando somos agredidos, a ser discretos con los bienes que el Señor nos da, a no hacer alarde de títulos o dones. Pero interiormente luchamos por no manifestar orgullo.
Hemos aprendido a decir “la gloria se para Dios” cuando nos alaban por una enseñanza o buena acción, pero nos agrada que nos feliciten.
Con los años de experiencia aprendemos a ser prudentes al hablar de nuestros logros.
Sin embargo, batallamos con el orgullo en nuestro interior.
Con los rebeldes nos preguntamos porqué no se sujetan a nosotros si somos los ungidos.
Cuando hacemos algo extraordinario nos incomoda que no exalten nuestro esfuerzo.
Reclamamos internamente porqué no nos atienden como merecemos.
Hemos aprendido a mostrar una humildad superficial. No te sientas mal, no eres el único.

Ejemplos

La humildad debe ir más allá de las demostraciones externas.
En este caso Jesús siendo el rey del universo se humilló a realizar tareas de esclavo para servir a sus discípulos, no lo hizo con una falsa humildad para ser alabado (aunque Él merece la alabanza), sino con una sincera actitud de servicio y amor a sus discípulos.
Una prueba de su sinceridad fue que le lavó los pies a Judas sin ningún reproche ni actitud de desprecio, aun cuando sabía que lo traicionaría.

La humildad puesta a prueba

Nos enfrentamos a situaciones en que será puesta a prueba la humildad.
Cuando hay rebeldía, murmuración, reclamos injustos, nos preguntamos porqué pasa eso si no lo merecemos porque somos siervos de Dios.

David (el pastor)

Cuando David huía de Absalón, Simei salió a maldecirlo y lanzarle piedras.
Siendo David rey y teniendo poder para matarlo no lo hizo.
2º Samuel 16:9–10Entonces Abisai hijo de Sarvia dijo al rey: ¿Por qué maldice este perro muerto a mi señor el rey? Te ruego que me dejes pasar, y le quitaré la cabeza. Y el rey respondió: ¿Qué tengo yo con vosotros, hijos de Sarvia? Si él así maldice, es porque Jehová le ha dicho que maldiga a David. ¿Quién, pues, le dirá: ¿Por qué lo haces así?
David sabía que era pecador (adulterio con Betsabé y asesinato a Urias).
La maldición de Simei no era nada comparado con lo que merecía por su pecado: Salmo 103:10No ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades, Ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados.
Cuando sufres, recuerda que somos pecadores pero que Dios ha tenido misericordia.

Moisés

La actitud humilde de Moisés ante la rebelión de Coré: Números 16:3–4Y se juntaron contra Moisés y Aarón y les dijeron: ¡Basta ya de vosotros! Porque toda la congregación, todos ellos son santos, y en medio de ellos está Jehová; ¿por qué, pues, os levantáis vosotros sobre la congregación de Jehová? Cuando oyó esto Moisés, se postró sobre su rostro;
Moisés es llamado el hombre más manso de la tierra (Números 12:3),
Moisés no defendió su liderazgo ante Core, se postró a tierra por temor a la ira de Dios por la rebeldía.
No defendió su posición, tampoco exigió respeto ni castigo de Dios, porque sabía que fue Dios quien lo puso ahí, y a su tiempo los defendería.
Como Jacobo y Juan que pidieron fuego de cielo a Jesús: Lucas 9:54Viendo esto sus discípulos Jacobo y Juan, dijeron: Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma?
El problema del porqué nos afecta los problemas de rechazo y rebeldía es porque queremos defender algo que a Dios le corresponde defender, batallamos con el orgullo, pues tenemos un más alto concepto del que debemos tener.
Debemos tener sobriedad y reconocer que no somos representantes de Cristo, todo desprecio o rechazo no nos lo hacen a nosotros sino al Señor: Lucas 10:16El que a vosotros oye, a mí me oye; y el que a vosotros desecha, a mí me desecha; y el que me desecha a mí, desecha al que me envió.
Por eso hay muchos pastores enfermos de los nervios, algunos quieren renunciar y otros hasta se suicidan.
Existen dos realidades que tenemos que tener presentes:
1) Dios ha tenido misericordia de nosotros. (Amasías y Amós) Amós 7:14Entonces respondió Amós, y dijo a Amasías: No soy profeta, ni soy hijo de profeta, sino que soy boyero, y recojo higos silvestres.
2) Los agravios que sufrimos no son nada comparado con lo que realmente merecemos.
Salmo 103:10No ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades, Ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados.

El problema está en nosotros

Tuve problemas con un líder que tomó decisiones sin consultar, al confrontarlo me trató mal y a mi hijo.
Eso afectó mi salud y estado de ánimo.
Estaba afectado para ministrar, tomar una decisión radical de expulsarlo causaría más daño.
Había aprendido a que debía perdonarlo y lo hice, pero tenía una lucha emocional todavía.
Oré con insistencia pidiendo la intervención de Dios y me respondió que yo era el problema.
No porque tuviera la culpa sino porque estaba llevando la carga de la indignación, el enojo y la ofensa porque tenía un concepto más alto de mi mismo: “el siervo del Señor”. Salmo 105:15No toquéis, dijo, a mis ungidos, Ni hagáis mal a mis profetas.”
Éxodo 22:28No injuriarás (ofender) a los jueces, ni maldecirás al príncipe de tu pueblo.
Cuando entendí que eran mis sentimientos los que interferían en la ministración, renuncié a ellos, una carga grande me era quitada.
La siguente vez que lo vi en la iglesia lo saludé sin resentimiento.
Semanas después me pidió perdón y me pidió, luego que orara por él.
Si no sacamos del corazón esas rescoldos de orgullo que hay en nosotros, no podremos ministrar con libertad.
Dios se encargará de honrarnos si es necesario como lo hizo con Moisés y David.

Conclusión

El apóstol Pablo reconoce el mal que había en él. Romanos 7:19Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago.
Cuando aprendamos a no ponernos en un pedestal porque somos los ungidos del Señor, entonces seremos dóciles para ser moldeados por el Espíritu Santo para hacer la obra con liberalidad y poder.
No es tu posición, titulo, congregación, instalaciones o experiencias las que determinan tu ministerio, es la misericordia de Dios.
No permitiremos que el desánimo, la frustración nos enferme y nos haga abandonar nuestro llamado.
Si estás sintiendo que el ministerio te está ahogando, quizá el orgullo está impidiendo a que seas moldeado por el Señor.
David aprendió a ser buen pastor en el desierto, cuando se dejó moldear por Dios.
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