El Fariseo y El Publicano
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· 10 viewsEsta parábola nos confronta a amar, considerar y respetar a nuestro prójimo
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El Fariseo y El Publicano
El Fariseo y El Publicano
Lucas 18:9–14
9A unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola: 10Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano. 11El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; 12ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano. 13Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. 14Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido.
Introducción
Introducción
Las dos parábolas de este capítulo se refieren a la oración.
La primera, la de la viuda y el juez injusto nos exhorta a perseverar en la oración: Lucas 18:1 “También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar”
En esta segunda parábola nos enseña cuál es la actitud correcta en la oración.
La Biblia nos exhorta constantemente a velar en oración, pues es la manera en que tendremos una vida espiritual victoriosa: 1 Pedro 4:7 “Mas el fin de todas las cosas se acerca; sed, pues, sobrios, y velad en oración.”
Sin embargo, también es importante conocer cuál es la actitud correcta para presentarnos ante el trono de la gracia.
Objetivo
Objetivo
Lucas 18:9 “A unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola:”
El pensamiento de los judíos en general consistía en que eran salvos por su raza: Juan 8:33 “Le respondieron: Linaje de Abraham somos, y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Seréis libres?”
Por tal razón, menos preciaban a los gentiles. Creían haberse ganado el cielo por sus propios méritos.
Había otro nivel de presunción, los líderes religiosos.
Estos procuraban aparentar piedad públicamente para ser alabados y despreciaban a los que no eran como ellos.
Ellos creían que por tener títulos y posiciones eran más santos y mejores que los demás.
Aún hoy día se ve esta actitud, en la que hay personas que se creen más espirituales y con mayores privilegios por su posición o títulos.
Es necesario erradicarla de raíz esta actitud para no ser rechazados por Dios.
Lucas 18:10 “Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano.”
El Señor presenta a dos tipos de personas totalmente opuestas: un fariseo y un publicano.
Suben al templo para orar, ambos hacían lo correcto.
El templo de Jerusalén tenía un gran patio donde se reunía las personas a orar.
Hoy día los judíos de Jerusalén aun lo hacen en los restos de una de las murallas del templo, llamada “muro de los lamentos”.
Es necesario hacer lo correcto delante de los ojos de Dios, y una de estas cosas es congregarnos, orar, estudiar la Biblia, etc.
El fariseo
El fariseo
Los fariseos eran una secta religiosa importante en el judaísmo, con mucha influencia en asuntos políticos y religiosos.
A un principio los fariseos se esforzaron por la restauración religiosa de Israel, se ocupaban por enseñar la Biblia al pueblo, ellos eran un modelo a seguir. Pero pasados los años, las generaciones posteriores habían olvidado su misión y se centraban en la opulencia y el aplauso de la gente.
El involucrarse en las actividades religiosas dejando a un lado la comunión devocional con Dios (oración, Biblia, congregarse y servicio) abre puertas para el orgullo, la indiferencia y el desprecio al prójimo. Crea una falsa idea de ser justificado por méritos propios.
Lucas 18:11–12 “El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; 12ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano.”
El fariseo no oraba a Dios, sino a él mismo.
Esta oración jamás entraría al trono de la gracia, pues no estaba dirigida al Padre sino a la auto-alabanza del hombre.
Usa como pretexto el dar gracias para despreciar e insultar y desprecia a su prójimo por quien Cristo derramó su sangre.
No era ladrón o adultero y es bastante probable que fuera cierto.
Sin embargo, se declara justo y es aquí donde se pone en duda esta afirmación.
El fariseo se declara justo por sus obras y no por la gracia de Dios. Ya Isaías declaraba que nuestras obras no son puras: Isaías 64:6 “Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento.”
Por los méritos de Cristo somos declarados justo, pero por los nuestros somos declarados injustos pecadores.
Aunque el fariseo no cometía estos pecados, si cometía el pecado de orgullo, el pecado de Satanás. Isaías 14:14 “sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo.”
Confiaba en su obras: “ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano.”
El error de este hombre no está en ayunar o diezmar, pues la Biblia nos exhorta a practicarlos, (Someter la carne y las posesiones materiales)
Su error era confiar en sus obras para ser justificado. Efesios 2:8–9 “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; 9no por obras, para que nadie se gloríe.”
El ayuno y el diezmo se ofrecen a Dios como expresión de gratitud por sus bendiciones y confianza en su provisión.
No podemos usarlos para justificarnos delante de Dios, lo hacemos porque nosotros lo necesitamos no porque Dios lo necesite.
Las buenas obras no son eficaces para nuestra salvación, pero son fruto de nuestro arrepentimiento. Estando en Cristo recibiremos recompensa. Efesios 2:10 “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.”
El publicano
El publicano
Lucas 18:13 “Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador.”
Los publicanos definitivamente no era personas buenas, ellos obtenían la concesión de los romanos para oprimir a los judíos con el cobro de impuestos. Por eso eran rechazados.
Este publicano había reconocido su condición de pecador, no tenía ninguna justicia propia en que confiar, por tanto se aferra a la justicia y misericordia de Dios.
Se presenta a la oración en actitud de humillación, no se sentía digno de alzar sus ojos al cielo. No se siente digno de alzar los ojos al cielo, el trono de Dios. Hechos 7:49 “El cielo es mi trono, Y la tierra el estrado de mis pies...”
Se golpeaba el pecho, en señal de arrepentimiento. Esta acción no era producto de una costumbre religiosa, sino la expresión de un alma dolida y arrepentida delante de Dios por haber pecado.
Reconocía su condición de pecador, no confiaba en su propia justicia.
Reconocer que somos pecadores conduce al arrepentimiento y el nuevo nacimiento. El arrepentimientos cambio de actitud.
Clamaba a Dios misericordia, (sé propicio) pedía fueran borrados sus pecados para ser rescatado de la ira de Dios.
Apelaba a: Isaías 1:18 “Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana.”
El publicano expresaba externamente lo que sentía internamente, no son sus expresiones las que debemos imitar, sino la actitud interna de arrepentimiento y humillación.
Todos estamos en la misma condición del publicano, si entendemos esto, sentiremos la necesidad constante de orar y nos presentaremos siempre delante de Dios humillados, no reclamando o exigiendo sino rogando y suplicando.
Conclusión
Conclusión
¿Qué clase de cristianos somos?
Seremos los que entienden de que no somos más importantes o mejores que nadie, o los que con arrogancia despreciamos a nuestros prójimo por quien Cristo derramó su sangre.
Santiago 2:9 “pero si hacéis acepción de personas, cometéis pecado, y quedáis convictos por la ley como transgresores.”
Debemos tener el concepto correcto de nosotros, ni sentirnos superiores y tan poco despreciados por Dios, de esta manera trataremos a los demás con amabilidad, amor y respeto.
Somos salvos y justificados por la obra de Cristo en la cruz, no por nuestras obras.
Si el fariseo hubiera tenido la actitud correcta como líder religioso, debió haber ayudado al publicano a restaurarse y no condenarlo.
Si ves a tu hermano en alguna falta, restáuralo con amor, no lo desprecies, ni lo humilles. Gálatas 6:1 “Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado.”
Humíllate delante de Dios y clama su misericordia y no te presentes delante de Él con arrogancia y desprecio.