La obra del Espíritu Santo
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Un escultor tiene habilidad de transformar una roca sin forma, en una escultura. Para lograrlo, tiene que golpear y quitar lo que no pertenece. El Espíritu Santo es como ese escultor en nuestras vidas, mostrando nuestros pecados y ayudándonos a dar forma a nuestro verdadero yo. Nos duele a veces, pero el resultado es una obra maestra de transformación.
En este pasaje, Jesús explica a sus discípulos la necesidad de su partida para que el Espíritu Santo pueda venir. Les asegura que el Espíritu será su Consolador, guiándolos a toda verdad y convenciéndolos de pecado, justicia y juicio.
La enseñanza central es que el Espíritu Santo es fundamental para la vida cristiana, ya que proporciona la convicción necesaria para el arrepentimiento, da dirección y consuelo a los creyentes necesitan para vivir en obediencia a Dios. Este pasaje era relevante para los discípulos, pero también para nosotros, porque Jesús no está con nosotros en forma física.
Oremos para que el Señor nos ayude entender, aceptar y vivir esta palabra. Oremos.
El Espíritu Santo es nuestra guía divina, capacitándonos para vivir una vida que honra a Cristo a medida que nos conduce a la verdad y nos transforma. Esta prédica complementa la vista hace algunas semanas sobre la promesa de la venida del ES.
Este pasaje sitúa a Cristo como el mediador que ha hecho posible la venida del Espíritu Santo. Al partir, cumplió su promesa de no dejarnos huérfanos.
1. Tristeza ante una partida necesaria
1. Tristeza ante una partida necesaria
5 Pero ahora voy al que me envió; y ninguno de vosotros me pregunta: ¿A dónde vas? 6 Antes, porque os he dicho estas cosas, tristeza ha llenado vuestro corazón. 7 Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré.
Jesús les asegura a sus discípulos que su partida es necesaria para la llegada del Espíritu Santo.
Sus discípulos estaban tristes, ellos solo pensaban en el dolor que les causaba la muerte de Cristo. El Señor los dejaría solos, luego de ellos haber dejado todo. Imaginemos por un momento a un familiar o alguien muy cercano que por alguna enfermedad terminal morirá, lo más lógico es darle palabras de consolación. De manera que los discípulos en vez de estar consolando al Señor porque está a punto de dar su vida, estaban desconcertados porque se quedarían solos. Y es que es muy fácil vivir centrados en nosotros mismos, pero eso nos limita ver con claridad a nuestro alrededor que pudieran estar en una necesidad mayor que la nuestra. Los discípulos estaban más preocupados en el ¿Por qué te vas?, que en ¿A dónde vas?
Sin duda, los discípulos estaban tristes. Jesús no sólo les había dicho que los iba a dejar y que no podrían seguirlo, sino que también les había dicho que sufrirían persecuciones; incluso les había dicho que uno de ellos lo traicionaría. Y todo esto sucedió en la misma noche. Los discípulos habían venido a cenar con Jesús esperando un momento alegre y de comunión, pero la velada resultó ser diferente.
Pero el Señor consoló a sus discípulos diciéndoles que era para su propio bien que él se fuera. Ellos no pensaban que fuera algo bueno, pero era necesario que Jesús se fuera para que el Consolador pudiera venir a ellos. Si Jesús regresaba al Padre, les enviaría al Consolador. ¿Quién es el Consolador? Es el Espíritu Santo.
Alguno pudiera preguntarse: ¿Por qué era mejor que el Consolador estuviera con ellos en lugar de que Jesús estuviera en persona? y ¿Por qué Jesús se refiere al Espíritu Santo como el Consolador? La respuesta a estas dos preguntas está relacionada. Pensemos en el significado de “consejero”. Un consejero es alguien que da consejo para ayudar a otro a tomar mejores decisiones. Hasta ese momento, Jesús había sido su consejero. Los había guiado personalmente, mostrándoles qué hacer y cómo hacerlo. ¿Cómo, entonces, podría el Espíritu Santo ser un mejor consejero para ellos que Jesús en persona? Bueno, recordemos en primer lugar, que Jesús estaba limitado en su cuerpo físico y solo podía dar consejos a sus discípulos cuando estaba físicamente presentes, el Espíritu Santo estaría con ellos dondequiera que fueran. En segundo lugar, incluso cuando Jesús estaba con ellos, a menudo les costaba entenderlo. El Espíritu Santo, sin embargo, podía ayudarlos a entender cosas que no podían comprender a través del lenguaje ordinario.
2. Una convicción que transforma
2. Una convicción que transforma
8 Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. 9 De pecado, por cuanto no creen en mí; 10 de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más; 11 y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado.
Jesús dice que el Consolador viene a convencer al mundo de culpa. Este no parece un mensaje muy reconfortante. De hecho, ¿qué consuelo deberían tener los discípulos al saber que el Consolador convencería al mundo de culpa? El hecho es que este mensaje probablemente no fue tan significativo para los discípulos en ese preciso momento. Estaban demasiado abrumados por el dolor como para pensar en el mundo. Pero llegaría un momento en que recordarían estas palabras y comprenderían lo que Jesús estaba diciendo y por qué era mejor para ellos que Jesús se fuera y les enviara al Consolador.
La obra del Espíritu Santo de convencer al mundo de su culpa está estrechamente relacionada con la misión de los discípulos de Jesús de predicar el evangelio a todas las naciones. La parte más difícil de predicar el evangelio es probablemente abrirse paso a través de los corazones endurecidos de las personas. Muchas personas tienen poca o ninguna conciencia de que son pecadores; no ven la necesidad de la salvación. ¿De qué sirve el mensaje del evangelio a las personas que no tienen ningún sentido de culpa? Aquí es donde entra en escena el Espíritu Santo. El hecho es que no son las palabras poderosas de los discípulos las que convencen a las personas de pecado; es el Espíritu Santo el que hace esta obra. Por supuesto, el Espíritu Santo trabajará con los discípulos, guiándolos en lo que deben decir y cómo decirlo. Pero la verdadera obra es la obra del Espíritu.
Ahora bien, ¿Cómo convence el Espíritu a las personas de su culpa? ¿Les recuerda el Espíritu la vez que le dijeron algo desagradable a su amigo? No. Ese no es el tipo de culpa del que el Espíritu Santo convence al mundo; la convicción del Espíritu Santo es mucho más que simplemente recordarles a las personas las cosas malas que han hecho. Jesús dice que el Espíritu convencerá al mundo de pecado en lo que respecta al pecado, la justicia y el juicio.
En primer lugar, el Espíritu Santo convence al mundo de culpabilidad en relación con el pecado debido a que los hombres no creen en Jesús. No se trata de una lista de cosas malas, sino del pecado de incredulidad. El Espíritu Santo busca convencer de pecado a las personas que no cree en Jesús. Cuando alguien no cree incluso después de escuchar el mensaje del evangelio, podríamos pensar que esa persona nunca cambiará. Pero esa persona en realidad está en la situación perfecta para ser convencida de culpabilidad por el Espíritu Santo.
Por ejemplo, cuando los judíos crucificaron a Jesús creían, no que estaban pecando, sino que estaban sirviendo a Dios. Pero, cuando se predicó después la crucifixión de Jesús, aquello les atravesó el corazón (Hechos de los Apóstoles 2:37 “Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?” ). Repentinamente tuvieron la convicción de que habían cometido el crimen más horrible de toda la Historia de la humanidad, y de que aquello había sido la consecuencia de su pecado.
En segundo lugar, el Espíritu Santo convence al mundo de culpabilidad en lo que respecta a la justicia, porque Jesús fue al Padre. Aquí, el enfoque no está en el pecado de las personas, sino en la justicia de Jesús. Jesús es el único que vivió una vida verdaderamente justa; es el único que es lo suficientemente justo como para ir al Padre. Nadie excepto Jesús puede ver al Padre porque sólo Jesús es verdaderamente justo. El Espíritu Santo nos convence de culpabilidad al abrirnos los ojos a la justicia de Jesús. Cuando nos comparamos con otros, tal vez nos sintamos mejores que algunos; pero cuando vemos la justicia de Jesús, debemos confesar nuestra culpa ante Dios.
Jesús fue crucificado como un criminal. Le juzgaron; le encontraron culpable; los judíos le consideraron un blasfemo y los romanos, como alguien peligroso para la seguridad del estado. Le condenaron a la peor muerte, que se reservaba para los peores criminales, marcándole como enemigo de la humanidad y de Dios. ¿Cómo se cambió aquel dictamen? ¿Qué hizo ver en la figura de aquel Crucificado al Hijo de Dios? El Espíritu Santo. Es Él el Que convence a las personas de la justicia perfecta de Cristo, respaldada por el hecho de que resucitó y volvió a la gloria de Su Padre.
En tercer lugar, el Espíritu Santo convence al mundo de culpabilidad con respecto al juicio, porque el príncipe de este mundo ahora está condenado. Este componente final de la convicción del Espíritu Santo tiene que ver con la decisión y la consecuencia. Si alguien ama a este mundo más que a Dios, está en peligro de ser juzgado junto con el príncipe de este mundo, Satanás. Satanás ya está condenado; ya ha sido declarado culpable y sentenciado a un juicio terrible. Cuando el Espíritu Santo nos convence de culpabilidad con respecto al juicio, tememos a Dios y elegimos estar del lado de Dios.
El Espíritu Santo tiene el papel crítico de convencer al mundo del pecado, la justicia y el juicio. El Espíritu nos muestra nuestras propias debilidades y la necesidad de la gracia de Dios, llevándonos al arrepentimiento. Este proceso de convicción es un paso vital para alinearnos más completamente con la voluntad de Dios y a experimentar su perdón.
3. El Espíritu guía a toda verdad
3. El Espíritu guía a toda verdad
12 Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar. 13 Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir.
Todo esto era difícil de entender para los discípulos de Jesús en ese momento. Pero ese era precisamente otro beneficio de la venida del Espíritu Santo sobre ellos, sería que podrían entender muchas cosas que no entendían en ese momento. Jesús llama al Espíritu Santo el “Espíritu de verdad”. El Espíritu de verdad los guiaría a toda la verdad. El Espíritu proporcionaría un vínculo directo entre ellos y Dios para que pudieran entender el mundo espiritual. No es que de repente lo supieran todo, sino que el Espíritu los “guiaría” a toda la verdad a medida que dependieran fielmente de Dios.
En definitiva, ¿cuál es la obra del Espíritu Santo? Veamos los versículos v.14-15 Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. 15 Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber. La obra del Espíritu Santo es traer gloria a Jesús tomando de lo que le pertenece a Jesús y dándolo a conocer.
Lo que se nos revela viene de Dios. Él es el dueño y el dador de toda verdad. La verdad no es un descubrimiento humano, sino un don de Dios. No es algo que nosotros creamos, sino algo que estaba ahí, esperando ser descubierta. Detrás de toda verdad, está Dios.
La revelación consiste en tomar las cosas de Jesús y mostrar su significado. Parte de la grandeza de Jesús está en que es inagotable. No ha habido nadie que haya abarcado en toda su profundidad todo lo que Él vino a decirnos. Nadie ha desarrollado totalmente todo el significado de Su enseñanza de la vida y de la fe. La revelación nos viene no de una doctrina, sino de una Persona viva. Cuanto más cerca vivamos de Jesús, mejor l conoceremos. Cuanto más lleguemos a parecernos a Él, más podrá comunicarnos. Cuanto más nos rindamos a su señorío, más disfrutaremos de su revelación.
APLICACIONES
1) Jesús promete que el Espíritu guiará a sus discípulos a toda verdad. Podemos darnos cuenta de que las partes más difíciles de la vida de un discípulo, en realidad las maneja el Espíritu. El Espíritu Santo hace la obra de convicción; el Espíritu Santo nos guía hacia toda la verdad. A medida que aprendemos a depender del Espíritu Santo, Jesús será glorificado a través de nuestras vidas.
¿Sientes resentimientos en tu vida, por situaciones sin resolver? Permite que el Espíritu Santo ilumine tu corazón y te muestre tu parte en estos problemas. No dejes de orar por esa situación y deja atrás el pasado, fomenta un ambiente de paz y reconciliación.
2) Aunque seamos débiles y nos dejemos vencer por el pecado, podemos consolarnos con el hecho de que Jesús ha enviado al Espíritu Santo para que esté con nosotros, nos aconseje y nos guíe hacia toda la verdad. Que Dios nos ayude a seguir la guía y el consejo del Espíritu Santo todos los días.
Si no has sido honesto en tu trabajo o en la universidad, el Espíritu Santo puede estar llamándote a llevar una vida de integridad. Reconoce esta convicción como una oportunidad para corregir tus errores y arrepentirte de tus pecados. Haz un audaz compromiso con la verdad y asegúrate de ser transparente.
¿Sientes que has estado juzgando a otros en la congregación, hogar o trabajo? Permítete ser usado por el Espíritu Santo para entender el amor y la gracia. Dedica tiempo a reflexionar sobre tu propia vida de fe en oración, tal vez Dios te esté hablando sobre esa situación. Esto te ayudará a cultivar una actitud de amor. Jesús al ser crucificado no intentó hacer justicia, la justicia la dejó al Padre.
3) El Espíritu Santo convence de pecado, para transformar. Somos convencidos del pecado, acudimos a Dios por perdón y reconciliación; esta acción transforma nuestras vidas. Externamente mejoramos nuestras relaciones, llevamos a una vida que agrada a Dios y en nuestro interior, glorificamos a Dios. El ES trabaja en nuestro ser, restaurando aquellas heridas que causó el pecado.
Conclusiones
El Espíritu Santo tiene el papel crítico de convencer al mundo del pecado, la justicia y el juicio. El Espíritu nos muestra nuestras propias debilidades y la necesidad de la gracia de Dios, llevándonos al arrepentimiento. Este proceso de convicción es un paso vital para alinearnos más completamente con la voluntad de Dios y a experimentar su perdón.
Esta palabra nos ayuda a comprender cómo el Espíritu Santo actúa en nuestras vidas diarias, brindando dirección en momentos de duda y convenciendo de la necesidad de la gracia de Dios. Les animo a buscar la guía del Espíritu en sus decisiones y en su vida espiritual.